Bruce Kanegai ha estado cerca de la muerte más veces de las que puede contar, ha ingresado a la sala de urgencias más de 50 veces en sus casi 76 años. Esto se entiende mejor si consideramos cómo él ha vivido: al máximo y totalmente comprometido.

Sus padres son la segunda generación de japoneses estadounidenses y fueron enviados a campamentos de reclusión durante la Segunda Guerra Mundial. Debido a esto, Bruce aprendió el valor de la resiliencia a temprana edad. A pesar de estar recluido, su padre quería contribuir en los esfuerzos de la guerra, por lo que se ofreció como voluntario en el Servicio de Inteligencia Militar del Ejército de EUA (MIS) y terminó formando parte del 442º Regimiento de Infantería, el regimiento más condecorado en la historia militar de EUA. Luego de su muerte, el mayor George Kanegai, padre de Bruce, fue galardonado póstumamente con la Medalla de Oro del Congreso por su servicio en el Teatro del Pacífico.

En Los Ángeles, Bruce vio a sus padres participar en varias organizaciones. Emergieron como grandes líderes de servicio dentro de su comunidad. Ver a sus padres trabajar con la iglesia, los líderes exploradores locales, varios alcaldes y el presidente de Estados Unidos influyó mucho en Bruce. «Me inculcaron: “Para ser un Líder eficiente, debes mantenerte fiel a tus compromisos”», explicó.

Esa capacidad de compromiso se muestra una y otra vez en la vida de Bruce, desde obtener récords en carreras de senderos y sobrevivir a la mordida de una serpiente, hasta aparecer en programas de telerrealidad y causar un impacto duradero con la enseñanza.

Cuando se le pregunta sobre el futuro, John tiene claro su deseo de que el programa lo sobreviva. "En este momento, la FIYA todavía está en el escenario donde depende de mí, pero es importante para mí que continúe", explica. "Así que estamos tratando de poner las cosas en su lugar para que, cuando se integren nuevas personas, siga creciendo."

Cuando ve lo que la FIYA está haciendo por los estudiantes de hoy, John se siente motivado a continuar su trabajo, a pesar de que no puede compararse financieramente con sus otras actividades. «Hay una historia que aún me impresiona y es sobre un equipo de voleibol femenino en el sur de Los Ángeles, hace muchos años», cuenta. «Estas niñas jugaron voleibol por primera vez durante la educación secundaria básica y todas siguieron jugando en la educación secundaria. El director deportivo de la escuela secundaria básica me contó que todas las chicas fueron a la universidad, y que todas eran las primeras en su familia en hacerlo. Dijo que la FIYA brindaba a las niñas la oportunidad de participar en una actividad positiva después de la escuela y de aprender que, a través de la disciplina y el trabajo constante, estas podían alcanzar sus metas."